domingo, 9 de mayo de 2010

Ésta es la historia de un muchachito que tenía muy mal caracter. Su padre le dió una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta. El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas siguientes, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos detrás de la puerta. Llegó el día en que pudo controlar su caracter durante todo el día. Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su caracter. Los días pasaron y el joven pudo anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta... Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: "Has trabajado duro, hijo mío, pero mirá todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma." Cada vez que perdés la paciencia, dejás cicatrices exactamente como las que aquí ves. "Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará, y la cicatriz perdurará para siempre. Una ofensa verbal es tan dañina como una ofensa fisica."

2 comentarios:

  1. Muy buena historia, con una buena moraleja.
    Saludos Feer!

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  2. Gracias Meloh por leer y por comentar, lo aprecio mucho de verdad.

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